martes, 9 de noviembre de 2010

La eliminación de las humanidades


En uno de sus último textos, Las alusiones perdidas, Carlos Monsiváis señalaba que uno de los problemas más graves de México y de América Latina, es la creciente pérdida de la memoria colectiva a raíz de las nuevas tecnologías que bloquean el hábito por la lectura. Lamentaba que, para las nuevas generaciones, el alejamiento de la escritura es un hecho normal que lleva al despojo de todo tipo de referencias literarias, artísticas y culturales, como por ejemplo de la tradición filosófica griega, del pasado histórico o del uso de refranes y de frases inteligentes para comprender el mundo. Sin estas alusiones, las nuevas generaciones se ven inmersas en el completo analfabetismo. Pero Monsiváis reconocía que lo que mata a la escritura no se debía tanto al predominio de la cultura de los medios masivos sino más bien a la catástrofe educativa.
La prueba más clara de dicha catástrofe es el hecho de que la mayoría de los alumnos de primaria al terminar el ciclo no saben leer ni escribir. Lo mismo puede decirse de la secundaria e incluso de las universidades. Para Monsiváis, podrá ser verdad de que una minoría puede acceder a los libros pero esto no debe hacer perder de vista que los que saber leer no lo hacen, porque prefieren ver partidos de futbol, reality shows o películas de ínfimo valor cultural.
Monsiváis apunta que este proceso creciente de pérdida de la memoria colectiva se debe a los efectos del neoliberalismo con su cultura eficientista y pragmática. De tal manera que convierten a la literatura y a la filosofía en algo superfluo, correspondiente al tiempo del ocio, sin ninguna utilidad. Y lo peor es que aún cuando se siguen editando libros, la mayoría no tienen el efecto cultural deseado porque se reducen a difundir chatarra espiritual. Esto no quiere decir que los libros hayan perdido su efecto positivo que tenían en el pasado. Lo siguen teniendo pero solo se beneficia una minoría. El problema es que hay un predominio de datos inútiles. Cada día que pasa es más difícil para las nuevas generaciones diferenciar información buena de la mala. Monsiváis no creía que la cultura de las imágenes pueda sustituir a la cultura escrita. Por el contrario, parecía estar convencido de que los medios de comunicación únicamente favorecen la burocratización de la memoria reduciéndola a conmemoraciones inútiles como los centenarios y bicentenarios. Esta burocratización se relaciona también con la conversión de los conocimientos y alusiones culturales en datos técnicos para el consumo de modas, incluso de modas de cambios políticos. Y es que en efecto ¿qué son sino los cambios seudodemocráticos del PAN y del PRI?

Por eso Monsiváis insistía que en México, al igual que en todos los países latinoamericanos ya no sucede nada nuevo. Vivimos en un eterno presente donde únicamente sentimos nostalgia de ese mismo presente. Nada más cierto que esta comprobación de la ausencia absoluta de experiencia. Como si cada vez fuera más notoria la falta de vida y el predominio de la muerte.
La pérdida de las alusiones al pasado significa entonces una pérdida de contacto con el presente y el futuro. Ya no hay continuidad histórica. La pérdida de las alusiones constituye una ruptura de la memoria del pasado y del futuro. ¿Debemos resignarnos ante esta situación que coloca a nuestros países fuera de la historia y de la vida? Para Monsiváis, hay necesidad de olvidar los datos inútiles y la información chatarra. Lo que se necesita es fortalecer otra clase de memoria. En la medida en que el proceso neoliberal consiste en un progresivo vaciamiento de las referencias históricas al pasado, se trataría entonces de desarrollar la capacidad de retención porque sin ellas es imposible comprender y vivir la realidad, no sólo de criticarla. Se trata de resignificar la memoria para entender y orientarse en el caos.

Para Monsiváis el gran problema de México es la creciente ola de modas tecnológicas que liquidan toda huella de humanismo. En la medida en que el sistema educativo responde a las necesidades del mercado, se impone la eliminación de las humanidades. Esto es preocupante porque dicha eliminación acrecienta el olvido de las referencias y alusiones. Se rompe la continuidad entre la cultura tradicional y las generaciones. El resultado en una gran pobreza educativa y cultural que beneficia ideológicamente a las élites gobernantes.

En las últimas apariciones de Monsiváis en la televisión universitaria, expresó su rechazo a todas las formas de control gubernamental como la penalización del aborto y la represión de la diversidad sexual. Decía que esta política impuesta en varios estados de la república representaba un retroceso impresionante en materia educativa. Criticaba también los esfuerzos de la guerra contra el narco que, en vez de combatirlo, únicamente lo fortalecía. Como siempre, nada ni nadie se le escapaba de su aguda crítica, desde los periodistas que con su lenguaje ambiguo coadyuvan a la pobreza cultural hasta los jerarcas de la iglesia que toman fuerza imponiendo la enseñanza religiosa.
Llama la atención de que, frente a estas agudas críticas de Monsiváis, las élites gubernamentales en vez de sentirse aludidas, haya optado por homenajearle. Esto no es extraño si tenemos en cuenta que el sistema político mexicano desde hace más de un siglo sigue intentando bloquear las críticas a través no solo del otorgamiento de premios a los opositores sino también de través de la manipulación ideológica. Pero más allá de las manipulaciones gubernamentales, queda en nuestra memoria el ejemplo ético de uno de los mejores intelectuales de México.