domingo, 19 de abril de 2009

Ética y política

Samuel Arriarán

La ética ha sido en las sociedades de la Antigüedad clásica una reflexión sobre el buen vivir destinada a guiar la conducta colectiva. Después vino una separación histórica entre la vida colectiva y la vida individual. A los problemas de la vida colectiva se les dedicó la reflexión política y a los problemas de la vida individual se les dejó la reflexión ética. Los resultados de esta separación fueron desastrosos. En el mundo de hoy la ética quedó restringida a la esfera de lo privado, mientras que la esfera de lo público se redujo a la política y a la burocracia. Esto explica el impresionante declive y debilitamiento de lo político. Como dice Hanna Arendt el ocaso político se basa en la concepción de que las prácticas autoritarias se apoyan cada vez menos en el entendimiento colectivo. Hannah Arendt fundamenta este diagnóstico en la desvalorización de la acción política comparada con otras actividades humanas y en la ausencia de aquel espacio político que habría sido una de las condiciones para el restablecimiento de un discurso político fuerte. (1)

Otro factor que contribuye al ocaso de la política es el fracaso ya sea dentro de los países capitalistas o socialistas, de las teorías que intentaban explicar la ciencia política según los moldes positivistas de la modernidad ilustrada. En efecto, a la luz de la crítica posmoderna a las ciencias sociales, comprobamos que hay que repensarlo todo. Hacen falta nuevas definiciones de los conceptos que hemos venido utilizando hasta hoy. Así es que se solicita una nueva definición del concepto mismo de lo político, ya que los tipos de identidad que se forman en los nuevos movimientos sociales no pueden encuadrarse en un concepto modernista de lo político. Según este concepto la relación de la ética con la política supone la ideología de la imparcialidad o de la neutralidad valorativa, tal como se da en las ciencias naturales.

Los debates más importantes de la ciencia política actual se entrecruzan con las preocupaciones de la filosofía política para reencontrar las formas para ayudar a repensar la revitalización de la práctica política. Un punto de este debate sin duda lo constituye la confrontación entre la modernidad, la hermenéutica y el multiculturalismo que no solamente nos ofrece una nueva definición antipositivista de la política sino que también nos aclara el papel de la ética. Lo primero que voy a sostener entonces es que en política no hay una sola ética sino varias. En segundo lugar sostendré que puede haber oposición y conflicto entre algunas éticas. Por ejemplo entre aquellas posiciones éticas sustancialistas fundamentadas en Hegel, de autores como Charles Taylor, frente a concepciones éticas procedimentales (todas ellas correspondientes a la tradición liberal hasta John Rawls, Ronald Dworkin, Bruce Ackerman, Habermas, y Karl Otto Apel).

¿En que consiste el sustancialismo ético? El sustancialismo tiene una relación estrecha con posiciones relativistas de la vida cultural. Antes que defender un concepto abstracto de una cultura moderna universal, los sustancialistas que parecen compartir un enfoque teórico “comunitarista” nos hablan de diferentes racionalidades modernas con su propia ética cada una. El énfasis se hace no en los derechos individuales sino más bien en los derechos colectivos, es decir, en los derechos de las comunidades históricas y particulares. La tradición de la teoría liberal en cambio, defiende una concepción de la ética como procedimiento sobre la base de un universalismo fundado en los derechos individuales.

En este ensayo me propongo analizar y valorar algunos argumentos en torno de la ética de dos filósofos, el canadiense Charles Taylor y el mexicano Luis Villoro. Me parece que estos dos autores sostienen un enfoque del multiculturalismo comunitarista que defiende la prioridad moral de las comunidades. Este enfoque se opone claramente al multiculturalismo liberal que se caracteriza por mantener la prioridad moral de los individuos.

1- Los argumentos de Charles Taylor

¿Qué sucede cuando en nombre de una razón universal se impone la hegemonía de una cultura sobre otra? ¿Se puede hablar de derechos de comunidades o solamente de derechos individuales? Para Charles Taylor una de las limitaciones de la teoría liberal es que no apela a los derechos colectivos. Lo que habría detrás de esta filosofía es una ideología que justifica la dominación cultural. Como alternativa, Taylor ha elaborado una interesante concepción hermenéutica sobre la posibilidad de conjugar varias modernidades según diferentes culturas. Para ello se fundamenta en una teoría política que no tiene semejanzas con las teorías derivadas de la modernidad ilustrada como las teorías contractualistas o neocontractualistas. A estas teorías les critica su dimensión subjetivista radical, es decir su concepción de los derechos individuales como algo no determinado por horizontes de valor, sino como algo totalmente irrestricto. Uno de los principales defectos de estos planteamientos sería el de hacer la apología de la política de reconocimiento de los derechos igualitarios que no tolera la diferencia:
"Quienes adoptan la opinión de que los derechos individuales siempre deben ocupar el primer lugar y, junto con las provisiones no discriminatorias, deben tener precedencia sobre las metas colectivas, a menudo hablan desde la perspectiva liberal que se ha difundido cada vez más por todo el mundo angloamericano. Su fuente desde luego es Estados Unidos, y recientemente fue elaborada y definida por algunas de las mejores cabezas filosóficas y jurídicas de esa sociedad, incluyendo a John Rawls, Ronald Dworkin, Bruce Ackerman y otros." (2)

Lo novedoso es que esta crítica alcanza incluso a los teóricos de la talla de Habermas y Kart Otto Apel, por fundamentar una ética que da prioridad a la ética procedimental. Para Taylor esto sólo justifica el igualitarismo de la democracia moderna en contra de la diversidad de las comunidades: "El liberalismo de la dignidad igualitaria parece suponer que hay unos principios universales que son ciegos a la diferencia." (3)
Para entender mejor esta crítica es importante señalar que a Taylor no le preocupa la polémica puramente especulativa. En la medida en que su compromiso político y sus intereses teóricos provienen de su participación en la lucha independentista de Quebec, le preocupan las causas de la dominación que ejerce una cultura sobre otra (el Canadá inglés sobre el Canadá francés). En este caso la política homogeneizadora ha llevado según él a una fragmentación inminente: "Lo que está en juego es saber si esta opinión restrictiva de los derechos igualitarios es la única interpretación posible. Si es así entonces diríase que la acusación de homogeneización está bien fundada...tal vez el mejor modo de dirimir la cuestión sea verla en el caso canadiense, donde ha desempeñado su papel en el inminente desmenbramiento del país". (4) Para Taylor se puede hablar de dos tipos de Estado liberal:
1) Aquel que pretende ser neutral argumentando que los derechos individuales no pueden ser restringidos de ninguna manera. La función del Estado no es la de garantizar beneficios o ventajas con respecto a ninguna mayoría o minoría, sino solamente garantizar la igualdad de derechos para todos. Este tipo de Estado lo encarnan Estados Unidos y el Canadá inglés.

2) Aquel que garantiza el respeto a la diferencia. No pretende ser neutral sino que toma partido por una mayoría que intenta garantizar su sobrevivencia conservando y apoyando su lengua o su educación. Este tipo de estado lo encarna Quebec. Diferenciar dos tipos de estado le permite a Taylor situarse fuera de una cultura para criticar a la otra. No es como le acusan algunos críticos de que detrás de su modo de interpretar se esconde un injustificado privilegio epistémico de tal manera que sólo se permite la crítica desde dentro de una tradición. (5)
Es interesante observar que las críticas a Taylor han sido muy contradictorias. Mientras unos han visto sus limitaciones como propias de una concepción universalista (Thiebaut, León Olivé) otros han criticado su posición antiuniversalista. Tal es el caso de Ernesto Garzón Valdés, quien señala que: "La adopción de una perspectiva ética presupone la aceptación de principios y reglas de validez general y el rechazo de una concepción de la moralidad entendida como Sittlichkeit, en el sentido hegeliano de la palabra, concepción que ha sido reactualizada recientememente , tanto por los partidarios del relativismo cultural como los del llamado 'comunitarismo'". (6)

Ahora bien, es claro que si Taylor sostuviera esta posición caería inevitablemente en una concepción etnocéntrica similar a la del filósofo relativista Richard Rorty cuando plantea la imposibilidad de comunicación entre culturas. Es curioso que para algunos autores no haya diferencias entre lo que plantean Rorty, Taylor o MacIntyre. Todos ellos formarían parte del bloque de filósofos "comunitaristas" o "relativistas". A mi modo de ver, si bien es cierto que comparten un criterio sustantivo de la moral, del valor frente al procedimiento, la diferencia fundamental es que Taylor sostiene un relativismo moderado mientras que los otros sostienen un relativismo extremo. En efecto, lo que plantea Taylor es justamente dudar de la existencia de una sola racionalidad universal. De ahí la necesidad de pensar en criticar esa tradición desde un lugar fuera de ella, es decir, desde otra cultura. Este relativismo moderado está respaldado por un enfoque hermenéutico antipositivista que rompe con la ideología de la imparcialidad. Ya desde sus primeros trabajos Taylor se preocupa por criticar el reduccionismo de las ciencias naturales que intentan explicar la ciencia política según los moldes positivistas de la modernidad ilustrada. (7).

Para Taylor las interpretaciones que el actor humano hace de sí mismo y de los motivos de su acción están mediadas por valoraciones u horizontes de valor. La crítica al naturalismo es porque éste se inserta en un conjunto de saberes y de prácticas que lo convierten en la filosofía de las sociedades desarrolladas. Esta filosofía se caracteriza por explicar lo social de una forma atomista. No es casual que al contractualismo y al neocontractualismo los califique como variantes de un atomismo liberal. Este atomismo supone un subjetivismo y un relativismo ilimitados. Supone que el individuo no está influido por ningún horizonte de valor dado. Pretende ser neutral y estar por encima de los valores. La ceguera ante los valores estaría justificada a partir de un pluralismo extremo que fundamenta la reconstrucción liberal del orden social a base de los derechos individuales. A ello coadyuva una serie de nuevos fenómenos de la sociedad posmoderna como la exacerbación del individualismo y la creciente hegemonía de la racionalidad instrumental. Con toda razón Alain Finkielkraut ha sostenido que el proceso histórico del pluralismo extremo culmina en el conservadurismo posmoderno que por un lado exalta la identidad cultural encerrando al individuo en un nacionalismo negativo y por otro glorifica a la industria de la cultura que reduce al individuo a una especie de zombi. (8)

De igual modo, Taylor señala que el individualismo constituye un creciente malestar social porque se ha convertido en una búsqueda de objetivos egoístas, hedonistas. La justificación de esta búsqueda estaría dada por el mismo Estado liberal que se presenta como neutral y fomenta los derechos individuales a costa de las metas colectivas. De tal modo se ha articulado una política de universalismo donde la igual dignidad de los ciudadanos se ha resuelto en una política cuyo contenido han sido la igualación de derechos. Para Taylor lo que ha agravado esta situación es la destrucción de los horizontes de valor cuya articulación es central en la hermenéutica. Evidentemente lo que nos está señalando es el agotamiento de las fuentes morales de la individualidad (agotamiento que tiene que ver con el fin de la cultura de la modernidad ilustrada). Lo que propone entonces es una ética de la autenticidad según una hermenéutica que reconozca los horizontes de valor dados. No es que la política y la justicia sean neutrales sino que están precedidas por horizontes de valor. Sólo el reconocimiento de determinadas ideas de bien puede explicar la formulación de alguna idea de justicia. La idea de que nuestra existencia moral más elevada y completa es aquella que sólo podemos alcanzar como miembros de una comunidad nos lleva más allá de la teoría del contrato o del concepto utilitario de la sociedad como instrumento de felicidad. Parecería que esta manera de enfocar el problema hace pensar que Taylor, igual que MacIntyre, intentaría volver a las fuentes teístas. Esto se debe al hecho de que la cultura moderna es fundamentalmente monológica mientras que lo que necesitamos es otro tipo de cultura dialógica (como las culturas de México y de América Latina que definen la identidad individual a partir de la comunidad y de sus antepasados) ¿Hay aquí una nostalgia por la época del encantamiento del mundo? Lejos de ello, lo que Taylor nos plantea es una cultura para el presente no necesariamente apoyada en teísmos: "Nunca más podremos regresar a una época anterior en la que las formas egocéntricas no tentaran e incitaran a la gente. Como todas las formas de individualismo y de libertad, la autenticidad inaugura una época de responsabilización. " (9)

En su libro sobre Hegel, donde Taylor analiza con detalle el concepto de Sittlichkeit señala que "la vida del sujeto absoluto es esencialmente un proceso, un movimiento, en que plantea sus propias condiciones de existencia, y luego supera la oposición de estas mismas condiciones para alcanzar su objeto de auto-conocimiento." (10) Según él, el origen de este discurso hay que situarlo en Hegel y, antes de él, en Rousseau. Este discurso tiene que ver con el surgimiento de la expresividad o conciencia de la fidelidad del individuo hacia sí mismo. En la medida en que el sujeto ya no depende de normas externas o determinaciones religiosas se ve obligado a asumir su identidad e inventarla a través de su propia práctica creadora. Para Taylor la identidad que se construye el individuo depende también del reconocimiento de los otros. Es interesante advertir que en uno de sus últimos trabajos dice que, de la misma manera que con respecto de la identidad individual, la identidad de un grupo social depende del reconocimiento de otras comunidades.(11)

En resumen, el problema central que Taylor nos plantea es la posibilidad de una cultura que combine los derechos individuales con las metas colectivas, la igualdad y la diferencia. Las exigencias que entraña reconocer la diferencia nos llevan más allá de la ética procedimental. Coincidiendo totalmente con Taylor, Luis Villoro ha señalado que una política igualitaria propone un valor común a todos los miembros de la sociedad. No puede por lo tanto, considerar la justicia como un simple procedimiento para la convivencia de puntos de vista distintos. Apela a una voluntad común para la realización de un orden ético que no deriva de las elecciones particulares o de grupo. (12)

2. Los argumentos de Luis Villoro

Villoro reconoce tres modelos de Estado con su consiguiente legislación:

1. El modelo neoliberal. Este modelo sostiene sobre todo una ética individualista, es decir, donde no hay lugar por el reconocimiento de derechos colectivos. Simplemente se trata de no intervención del Estado en la economía y la política. Se busca únicamente el cálculo del beneficio personal. El fundamento ético de este modelo es intrínsecamente egoísta. No se busca la cooperación sino la competencia y la eliminación del Otro.

2. El modelo igualitario. Este modelo intenta frenar un poco la moral individualista. Se trata de humanizar el mercado. Villoro parece reducir a este modelo toda la tradición socialista y la izquierda europea (“En Europa los socialistas democráticos corresponderían al modelo igualitario” (13)

3. El modelo comunitario. Según Villoro este modelo viable para México intentaría hacer compatible la libertad individual con la comunidad (la comunidad tiene por fundamento ético el servicio, no el cálculo del propio beneficio. No existen funcionarios permanentes. En sus sistemas de cargos las autoridades no reciben remuneración alguna). Por supuesto que para realizar este modelo hace falta una profunda transformación de la legislación. Sería necesario que el Estado además de defender las libertades individuales también defendiera los derechos culturales colectivos.

Para Villoro, la relación de la ética con la política significa en el futuro de México una política gradual para reducir las grandes desigualdades sociales a través de la humanización del mercado. Aunque esta posición de Villoro se apoya en principios éticos irreprochables, sin embargo el problema sigue siendo el de cómo conectar la política con la sociedad civil (a menos que nos resignemos a aceptar la muerte de la política). Sigue habiendo un divorcio ya que la postura sociademócrata deja la toma de decisiones políticas en manos de una élite o una minoría privilegiada. El problema sigue sin resolverse ¿cómo relacionar la ética con las políticas públicas del Estado? ¿no será que en vez de un Estado neoliberal, que favorece los derechos de algunos individuos, sea mejor un Estado multicultural que proteja los derechos de la comunidades?

Conclusión
En mi opinión, estamos ante un debate abierto que puede ser muy enriquecedor si vamos más allá de los esquematismos o clasificaciones academicistas. No creo que Taylor o Villoro planteen la pura prioridad moral de las comunidades. De lo que se trata es más bien de hacerla compatible con los derechos individuales. Sería absurdo interpretar que alguien niegue o desprecie esos derechos. Por supuesto que en países como México tan importantes son los derechos individuales como de ciertas comunidades como los indígenas.
La teoría del multiculturalismo alude a la posibilidad de desarrollar dentro de un marco democrático una diversidad de identidades, valores y formas culturales. Aunque de una manera inacabada es sin duda Taylor quien ha elaborado una reflexión en dicha dirección y ha influido en mayor medida en la ciencia política contemporánea. Conviene mencionar dos problemas centrales del multiculturalismo:

1) Cada día son más las sociedades multiculturales en el sentido de que incluyen más de una comunidad cultural que desea sobrevivir. Y las rigideces del liberalismo procedimental resultan ya impracticables en el mundo del mañana.

2) Hay una lucha que cada día convence más a la gente de que hay necesidad de modificar la falsa autoimagen (que es impuesta por una política de dominación). Es importante señalar que el reconocimiento de la identidad verdadera constituye la base para cualquier diálogo. La imposición de una falsa identidad es justamente lo que ocasiona la opresión y la salida de ello por medio de la violencia.

Es ineludible mencionar la situación de países como México. Comparando con Quebec, lo que sucede aquí es una mayor posibilidad de realizar lo que Taylor nos plantea. Si bien en Quebec el reconocimiento a la diferencia cultural no pudo lograrse al faltar la base territorial esto no sucede en el caso de Chiapas. Aquí la consecuencia del reconocimiento de la identidad cultural (que todavía falta lograrse) lleva a la reivindicación de la autonomía económica y política. México, al igual que muchos países de América Latina, es una sociedad multicultural. El liberalismo existente es insuficiente para contener las reivindicaciones de las culturas indígenas. Lo ideal sería un Estado como el que plantea Taylor donde se dé un compromiso efectivo con la supervivencia y el florecimiento de las diversas culturas, naciones y religiones. México podría ser una nación tolerante como otras naciones, que se parecen más a Quebec. Esos gobiernos se interesan en las metas colectivas. No pretenden ser neutrales. Toleran realmente las diferencias étnicas y religiosas al permitir una libertad de organización, expresión y reproducción material.

El principal problema en países como México es la hegemonía cultural. El caso es que no se da aquí el problema al margen de la imposición de una cultura. Históricamente, la expansión occidental ha colocado a las culturas indígenas en situación desigual. O sea que hay que considerar el modo en que en América Latina la dinámica cultural presenta una serie de características particulares. Aquí hay culturas subalternas que desarrollan un proceso muy complejo de interacción entre sus tradiciones y la cultura occidental. La integración cultural no es una solución. Esto implica uniformizar las culturas según un solo modelo.

El hecho de que haya relaciones de dominación no puede hacernos perder de vista que la identidad no implica anular la diversidad. El pluralismo cultural basado en el respeto a las diferencias es un valor que es necesario repensar. Los nuevos problemas de la posmodernidad indican que también es necesario salir de los planteamientos centrados en el nacionalismo y el etnicismo. En la medida en que la globalización impide un desarrollo económico y político en términos de autarquía, se plantea la necesidad de repensar en otro camino para México y América Latina. Este camino puede ser el de la construcción de un Estado multicultural. Por lo menos este modelo tiene la ventaja de asegurar el reconocimiento legal de los derechos políticos y culturales de las comunidades. El modelo neoliberal en cambio, asegura la exclusión de esas comunidades. ¿Y qué decir del modelo reformista socialdemócrata que ha fracasado en otras partes del mundo? ¿será acaso el modelo viable en Mexico? Yo lo dudo. Por eso me atrevo a discrepar con Luis Villoro, aunque claro reconociendo sus sólidos argumentos que intentan superar el divorcio entre la ética y la política.


Notas
(1) Hannah Arendt, Los origenes del totalitarismo, Taurus, Madrid, 1974.
(2) Charles Taylor, El multiculturalismo y "la política del reconocimiento", FCE, México,
1993,p.84.
(3) Ibid.,p.68
(4) Ibid. p. 79
(5) Carlos Thiebaut, Los límites de la comunidad, Madrid, CEC, 1992. León
Olivé,"Multiculturalismo.." en León Olivé y Luis Villoro (eds.) Filosofía
moral, educación e historia, UNAM, 1996
6) Ernesto Garzón Valdés, ¿Es éticamente justificable el paternalismo jurídico? En
E.Garzón Valdés y F.Salmerón (eds.) Epistemología y cultura, en torno a la obra de
Luis Villoro, UNAM, México, 1993.
(7) Charles Taylor, Human Agency and Languaje , Philosophy and Human Sciences,
Cambridge, Cambridge Universiy Press, 1985.
(8) Alain Finkielkraut, La derrota del pensamiento, Anagrama, Barcelona, 1994.
(9) Charles Taylor, La ética de la autenticidad, op.cit.p.108.
(10) Charles Taylor, Hegel y la sociedad moderna, FCE, México, 1983. p.89.
(11) Charles Taylor, "Identidad y reconocimiento", en Revista Internacional de Filosofía
Política, núm.7, Madrid, mayo de 1996.
(12) Luis Villoro, "Igualdad y diferencia: un dilema político, en León Olivé y Luis Villoro
(eds.) Filosofía moral, educación e historia, op.cit.p.121.
(13) ) Luis Villoro, De la libertad a la comunidad, TEC-Ariel, México, 2001. p.36.

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