miércoles, 13 de octubre de 2010

Notas en torno a Filosofía de la memoria y el olvido

Luis Bernardo Pérez

Una de las primeras cosas que aprende cualquier persona que comienza a adentrarse en por los senderos de la filosofía es que, dentro de esta disciplina, las respuestas son menos permanentes que las preguntas. Las primeras son siempre provisionales, frágiles, inciertas, discutibles, transitorias, inestables. Mientras que las segundas (las preguntas) se mantienen a través del tiempo. En efecto, aunque las respuestas a cada problema que se plantea el filósofo cambien históricamente, son resultado de las mismas inquietudes que alguna vez asaltaron a Platón, a Aristóteles, a Hume, a Heidegger, Bergson o Simone Weil. Son preguntas que tienen que ver con asuntos como la libertad, la virtud, el ser, la muerte, la posibilidad del conocimiento, la justicia, la verdad, el sentido de lo real, etcétera. Quizá la terminología, el lenguaje utilizado para formular tales interrogantes, varia en cada caso y en cada época, sin embargo, en el fondo se alude a las mismas cuestiones fundamentales.

Otra de las cosas que también se aprenden casi desde el inicio, es que, en filosofía, mientras mejor sea la pregunta, más fructífera será la reflexión a la que ésta dé lugar. Es decir, la manera de interrogarse resulta clave para iniciar con el pie derecho el camino del pensar. Y la manera más adecuada de preguntarse correctamente sobre un problema determinado tiene que ver con entender el problema y ser capaz de plantearlo con claridad. Dicho de otra forma, para reflexionar filosóficamente sobre un asunto hay que formular preguntas pertinentes, incisivas y claras, y para formular éstas es necesario entender cuál es el problema que nos interesa abordar y por qué es un problema. Así, antes de preguntarnos, por ejemplo, sobre la muerte, primero es necesario enterarse por qué el tema de la muerte es problemático; antes de meditar sobre el sentido de lo real hay que averiguar por qué ese tópico merece ser estudiado; antes de enfrentar la cuestión sobre el ser se hace indispensable no solo definir el concepto, sino investigar cómo se ha entendido al “ser”, en qué términos se ha estudiado y, en última instancia, por qué debería importarnos dedicar nuestro tiempo y nuestro esfuerzo a esto, habiendo tantas cosas en el mundo que, a primera vista, parecen más urgentes.

En el libro Filosofía de la memoria y del olvido, Samuel Arriarán parece haber comprendido cabalmente la exigencia metodológica arriba expuesta. Es decir, la idea de que antes de lanzarse a la indagación de algún problema filosófico hay que caracterizar dicho problema, establecer su estatus dentro de horizonte del conocimiento, determinar su relevancia y averiguar qué se ha dicho sobre el tema hasta hoy. En tal sentido, los distintos textos que componen el volumen ayudan a poner sobre la mesa del debate filosófico una cuestión de por sí compleja y llena de facetas debatibles. Tales aproximaciones van desde la filosofía propiamente dicha a la literatura, pasando por la pedagogía, la sociología, la historia y el cine. Por este motivo, el libro que hoy presentamos se alza como un útil instrumento para caracterizar el tema de la memoria y de su contrario y complemento, el olvido, en tanto problemas, y para entender por qué constituyen fenómenos que merecen ser abordados.
Cabe señalar que Samuel Arriarán no ha intentado una aproximación exhaustiva. Ello sería una tarea irrealizable. Su objetivo parece ser el de ofrecer algunas luces sobre aspectos relevantes relacionados con la memoria y el olvido, y acotar sus límites, alcances, posibilidades y significados. Todo ello nos permite, como apuntamos arriba, entender por qué estamos ante un problema filosófico, cuáles son las preguntas que suscita y por qué tendría que interesarnos.
En virtud de lo anterior, no extraña que en los dos primeros capítulos de la obra, el autor nos ofrezca un recuento destinado a contextualizar esta problemática. La lectura de dichos capítulos resultará de gran ayuda para todos aquellos interesados en comprender el concepto de memoria y las interpretaciones antiguas y modernas a las que ha dado lugar dicho concepto.
Con esta base inicial, el autor emprende un enriquecedor recorrido que se caracteriza por su gran diversidad de abordajes, los cuales, como ya apuntamos, abarcan distintas esferas del conocimiento y de la creación artística. En este contexto destaca, sobre todo, el gran valor que el autor atribuye a la literatura. En estas páginas y teniendo siempre como hilo conductor la dualidad memoria-olvido, Arriarán nos introduce en el trabajo escritores tan diversos como Homero, W. G. Sebald, Ismaïl Kadaré, Brian Aldiss, Jorge Semprun, Sándor Márai, Peter Handke, Primo Levi, José Saramago, Haruki Murakami y Marcel Proust. Este último referencia prácticamente ineludible cuando se habla de la memoria (por aquello de la magdalena remojada en te). El libro, por supuesto, también recorre la obra de filósofos de primera línea, después de todo se trata de un libro de filosofía. Aquí conocemos lo que han dicho a propósito del tema pensadores de la talla de Platón, Aristóteles, Henri Bergson, Paul Ricoeur, Eugenio Trías y un autor de quien, he de confesar, no tenía noticia: Maurice Halbwachs.
Pero esto no es todo, en su afán por ofrecer al lector abordajes diversos Arriarán explora por ejemplo, el vínculo memoria-olvido en relación con la representación del pasado de Argentina (específicamente la dictadura de la segunda mitad de los setenta y los primeros años de los ochenta) desde la óptica de la película Un mundo menos peor, dirigida por Alejandro Agresti, la cual, también he de confesar, no conocía pero que me interesó gracias al texto de Arriarán y ya encargué a mi proveedor de cine pirata. Dicho capítulo se relaciona con otro sobre la memoria y la conciencia histórica, el cual aborda la polémica sobre la interpretación posmoderna del a historia. Y ya que hablamos de cine, es de agradecer la mención a Blade Runner, de Ridley Scott, donde la idea de la memoria como base de la identidad personal resulta fundamental. Y ya que hablamos de cine, abro un mínimo paréntesis para mencionar dos cintas notables que también reflexionan de manera original sobre la memoria y el olvido: Memento (titulada en español Amnesia), thriller de Christopher Nolan, y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, de Michel Gondry.
Resultaría vano intentar agotar en este momento la gran cantidad de ideas que contiene este libro, cuyos capítulos pueden leerse con bastante provecho como textos independientes, pero que, en conjunto, nos ayudan a comprender algunas de las muchas posibilidades de reflexión que ofrece el tema elegido. Destaquemos sólo algunos de los asuntos que propone el autor y que, más que propuestas cerradas, constituyen invitaciones a reflexionar en torno a las mil y un posibilidades ofrecidas por la cuestión memoria-olvido. Me refiero a cuestiones como: memoria, exceso de memoria, memoria individual y colectiva; olvido positivo y negativo; responsabilidad, ética y estética; la memoria como embriaguez, como huida hacia el pasado o como instrumento necesario para comprender el presente; falsa memoria como arma de manipulación social; memoria como ajuste de cuentas con el propio pasado y como forma de expiación; la aparente paradoja de la “memoria amnésica”, el olvido sanador, el olvido como perdón y como una forma de crecimiento, pues, como dice el autor, a veces el olvido es necesario, pues sin él, “la gente repite creencias y comportamientos que derivan en odios y venganzas”.
Al principio de este texto hablé de dos cosas que aprende cualquiera que se inicia en el oficio filosófico: 1) que en este terreno las preguntas son más duraderas que las respuestas y 2) que la cabal comprensión de un problema ayuda a plantear preguntas relevantes que, a su vez, nos conducen a una meditación fecunda. En este libro, Samuel Arriarán nos recuerda un tercer signo distintivo del buen pensar filosófico. Me refiero a la conciencia de que los problemas fundamentales del ser humano, aquellos que aluden a su entraña más profunda, no pueden reducirse a fórmulas simples, a apotegmas o a frases lapidarias y unívocas. Las cuestiones más hondas del hombre necesariamente nos colocan ante un universo de sentidos, significados y posibles interpretaciones. Ello resulta claro en Filosofía de la memoria y del olvido, donde el autor muestra la complejidad, variedad y amplitud de posibilidades ofrecidas por los conceptos de “memoria” y “olvido”.

Gracias

Texto leído en la Feria del Libro del Zócalo, ciudad de México, 10 de octubre de 2010

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